El mundo en que estamos viviendo, y el que aguarda a nuestros hijos, asusta y a veces hasta desanima. Por otro lado, aunque podemos instruirlos en la Palabra de Dios, mostrarles nuestro ejemplo e incluso llevarlos a la iglesia e involucrarlos en actividades allí, su salvación no está en nuestras manos.
Sin embargo, como madres, abuelas, tías, {y los padres, abuelos y tíos también}, tenemos la misión de pararnos en la brecha e interceder constantemente por ellos.
Y en cuanto a mí, lejos esté de mí que peque contra el Señor cesando de orar por ustedes, antes bien, les instruiré en el camino bueno y recto. (1 Samuel 12:23)
En los lugares celestes se libra una batalla cada día por las almas de estos niños y jóvenes. Los medios de comunicación los bombardean con todo tipo de ideas y principios que son cualquier cosa menos aquellos que están alineados con la Palabra de Dios. Y el mundo les vende un diseño de vida que dista mucho del diseño original de nuestro Dios.
Hasta cierto punto podemos controlar la influencia de estos medios sobre nuestros hijos, pero la vida no se vive dentro de una burbuja. Los hijos crecen, toman decisiones y volarán un día para seguir su camino, tal y como hicimos nosotros. No obstante, en todas las etapas podemos orar por ellos.
Cuando nuestra labor de instructoras y guía termine —al menos en los años en que estén bajo nuestras alas— la función de intercesoras seguirá. Hoy puedo testificar que las oraciones de mi abuela, mi madre y mis mentores espirituales fueron un baluarte y un escudo para mí. ¡Cuánto lo agradezco!
Por eso quiero compartir este artículo contigo. En lugar de temer ante el futuro, en lugar de suspirar por lo “terrible del mundo que les ha tocado”, convirtámonos en madres que oran y entendamos que del resto tiene que encargarse Dios. Debajo encontrarás algunos pasajes y puntos para orar por nuestros hijos.
Por su salvación «Bueno y recto es el Señor;
Por tanto, Él muestra a los pecadores el camino»
(Salmo 25:8).
«Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3:5-6).
Que vivan para glorifar a Dios por encima de todas las cosas
«Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31).
Que busquen la sabiduría de Dios «Porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia» (Proverbios 2:6).
Que tengan corazones humildes y enseñables «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito;
Al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás» (Salmo 51:17).
«Escucha el consejo y acepta la corrección, Para que seas sabio el resto de tus días» (Proverbios 19:20).
Que atesoren en su corazón la Palabra de Dios
«En mi corazón he atesorado Tu palabra,
Para no pecar contra Ti» (Salmos 119:11).
«Lámpara es a mis pies Tu palabra,
Y luz para mi camino» (Salmo 119:105).
Si son creyentes, que sus vidas sean un testimonio para quienes los ven vivir «No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1 Timoteo 4:12).
Que honren a Dios con sus cuerpos y huyan de toda inmoralidad sexual «Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual» (1 Tesalonicenses 4:3).
Que el Señor les rodee con buenos amigos y ellos sean sabios al escoger sus amistades «El que anda con sabios será sabio,
Pero el compañero de los necios sufrirá daño» (Proverbios 13:20).
Que busquen ser diligentes y esforzados
«El alma del perezoso desea mucho, pero nada consigue, Sin embargo, el alma de los diligentes queda satisfecha» (Proverbios 13:4).
Que sean generosos «El generoso será bendito,
Porque da de su pan al pobre» (Proverbios 22:9). Por supuesto, hay mucho más que podemos orar por nuestros hijos, pero espero que esto te sirva de ayuda.
Estoy convencida de que, aunque hay mucho que puedo hacer en la vida de mis hijos, orar por ellos es un privilegio y una responsabilidad. Al mismo tiempo, es consuelo a mi corazón saber que Dios no me ha dado la tarea de salvarlos ni de cambiar sus corazones. ¡Eso es obra de Cristo! Así que oremos y descansemos en Él.
Como siempre, si este artículo fue de ayuda para ti y crees que alguien más puede beneficiarse, te animo a compartirlo.
Bendiciones,
Wendy
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