La cruz no fue el final. La historia no terminó ahí. ¡Cristo resucitó! Por eso Lucas cuenta la historia que leemos en el capítulo 24:13-35, la que conocemos como "el camino a Emaús" (te animo a leerla). La resurrección es la consumación del plan de Dios. La muerte y el pecado derrotados para siempre.
Si reducimos la resurrección a un evento que identifica nuestra fe pero no vivimos creyéndola y teniéndola como el destino final, entonces no la hemos entendido, hemos olvidado que aquí estamos de paso, que somos extranjeros y que todavía no hemos llegado “a casa”, realmente nos hemos perdido el quid del asunto.
La resurrección es victoria. Victoria sobre la muerte. Victoria sobre el pecado. Victoria sobre lo que parecía imposible, volver a tener comunión con Dios para siempre.
La resurrección nos recuerda que cuando conocemos a Cristo podemos vivir por el mismo poder que aquel domingo inigualable lo levantó para siempre de los muertos, el poder de Dios.
La resurrección nos recuerda la gracia de Dios, que podemos venir de muerte a vida, en el sentido espiritual y en el literal. Un día tendremos un cuerpo glorioso, como el que Cristo tenía el día que se encontró con los discípulos en Emaús.
La resurrección da sentido a nuestra vida porque tenemos una misión, anunciar a otros las buenas nuevas de Cristo que son posibles gracias a su resurrección.
La resurrección nos recuerda que venga lo que venga, todo es temporal. Ese no es el final.
La resurrección es esperanza ante el diagnóstico fatídico y la sentencia de divorcio, y también para la llamada que nunca quisiéramos recibir y para el adiós que no queremos decir. La resurrección es la esperanza de que un día habrá un amanecer diferente, sin más listas de pendientes ni soledad ni montones de ropa sucia. La resurrección es esperanza en una vida mejor, tal y como lo creyeron los héroes de la fe que menciona Hebreos 11.
Tenemos que vivir a la luz de la eternidad porque este mundo es oscuro, es difícil, el pecado abunda, ¡pero Cristo resucitó! Que arda nuestro corazón con esa verdad.
Los discípulos, al ver lo sucedido, perdieron la esperanza de encontrar un redentor. Ahora en el camino a Emaús la recuperaron porque Jesús se encontró con ellos. ¡Pudieron ver quién era Jesús! Y sus corazones ardieron de tal manera que el pasaje termina diciendo que se levantaron y regresaron a Jerusalén para contar a los demás lo que había sucedido. Sí, la realidad de la resurrección lo cambia todo.
Cuando experimentemos confusión y tristeza en este mundo, ¡recuerda que Cristo resucitó y tiene la victoria final!
Gracias por leer y compartir,
Wendy
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