En nuestra cultura hispana es muy común escuchar esta frase: “primero que nada, ¡yo soy madre!”. Como es lógico, ese también es el criterio que escuchan muchas niñas al crecer y luego repiten al madurar. Sin embargo, ¿qué enseña la Escritura?
En el relato de la creación encontramos a Eva, la primera mujer que desempeñó ambos roles, esposa y mamá. Génesis 2:18 nos narra que Dios crea a Eva como compañera para Adán, aunque en este artículo no tengo espacio para profundizar en el tema de los roles de cada uno, sí queda claro que Eva fue primero la esposa de Adán porque para eso la creó Dios, su compañera idónea. Quizá las tendencias feministas nos han hecho creer algo diferente pero
el diseño de Dios está claro: fuimos creadas para ser ayuda ideal, como
dicen otras versiones. De modo que, mucho antes de que los hijos aparecieran en escena, ya
nosotras teníamos un propósito definido y está relacionado con nuestros
esposos.
Entonces, regresando al orden de nuestras prioridades, uno de los versículos más leídos en las bodas es Génesis 2.24: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser”. Lo hemos escuchado, lo repetimos, pero por alguna razón solo lo aplicamos a la idea de que ya no viviremos más con los padres, en el sentido físico, de la casa. Sin embargo, entiendo que también tiene implicaciones para nuestra tarea de madres.
Al casarnos empezamos una nueva familia, una familia donde, aunque no desechamos a nuestros padres ni los descuidamos —eso nunca está respaldado por la Biblia—, ahora nuestra responsabilidad principal está en ese pequeño núcleo que comenzamos con nuestro esposo, y al que luego se añadirán los hijos.
Sin embargo, si el Señor nos regala hijos, un día dejarán a su padre y a su madre y se unirán a su esposa o esposo, según corresponda. Formarán su propia familia. Y nosotras seguiremos junto a nuestro esposo, tal y como comenzamos. El ciclo continúa.
Los hijos estarán con nosotros un tiempo limitado, unos 18 ó 20 años normalmente, y en ese tiempo, a pesar de que tenemos que dedicarles gran parte de nuestras fuerzas, energías, no podemos descuidar la relación principal y que dio origen a nuestra familia, nuestra relación con el compañero que Dios nos dio.
Es ahí justamente donde viene el problema. Muchas mujeres deciden ser primero madres y luego esposas, alterando el orden que Dios dio y el matrimonio comienza a sufrir. Si en esos 18- 20 años de los que hablé antes no cultivamos nuestra relación, no buscamos tiempo para compartir con ellos, para disfrutar las cosas que nos gustan, etc., cuando los hijos se vayan de casa y el nido quede vacío como dicen, miraremos a ese hombre que está a nuestro lado y solo será un extraño, alguien con quien hemos convivido, pero nada más. Puede parecer muy radical lo que te digo, pero lo he visto demasiadas veces. Mujeres que han sido madres súper dedicadas, excelentes dueñas de casa pero descuidaron su relación con el esposo y así contribuyeron al detrimento de su matrimonio.
Muchas mujeres deciden dar prioridad a ser madres y luego esposas, alterando el orden que Dios dio y el matrimonio comienza a sufrir.
No me malentiendas. No estoy promoviendo que seamos madres descuidadas ni que no nos ocupemos de nuestro hogar. ¡Al contario! Pero cuando mostramos a nuestros hijos un matrimonio donde sus padres se aman, se cuidan, se dan prioridad, les estaremos dejando una herencia muy valiosa, un patrón que la sociedad no sabe mostrarles. Les mostraremos el orden de Dios.
Mira lo que dice Dios en Tito 2: “Esas mujeres mayores tienen que instruir a las más jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a vivir sabiamente y a ser puras, a trabajar en su hogar, a hacer el bien y a someterse a sus esposos. Entonces no deshonrarán la palabra de Dios”. Ahí está el orden bien claro: esposo primero, hijos después.
Si stás casada, tu esposo es el compañero que Dios te regaló para toda la vida. Es una bendición que debemos atesorar. Todo este asunto de la familia fue idea de Dios, y Él en su inmensa sabiduría estableció un orden, seamos mujeres sabias y sigamos sus instrucciones. El diseño de Dios es perfecto, no lo podemos superar.
{Parte de este artículo fue tomada del libro "Decisiones que transforman". Es un estudio que centra en la vida de ocho mujeres de la Biblia, cómo sus decisiones cambiaron sus vidas para bien o para mal, y lo que podemos aprender de ellas en su propio viaje. A lo largo de seis semanas de estudio personal y discusión grupal, las mujeres aprenderán a aplicar las enseñanzas de este estudio bíblico a sus propias vidas. Conoce más y accede a los videos que lo acompañan en este enlace.}
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Bendiciones,
Wendy
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