Si eres como yo, es posible que hayas pasado por diferentes etapas en lo que la lectura de la Biblia se trata. Recuerdo los tiempos en que nombres como Abdías o Habacuc me resultaban completamente desconocidos. También alguna que otra vez «desesperada» en que abrí la Biblia de golpe con la esperanza de que mis ojos cayeran en un pasaje que fuera la respuesta mi situación. Igual hubo un tiempo en que leía la Biblia solo bajo el lente de «este libro me va a levantar el ánimo» o «aquí Dios me dice que todo me va a ir bien». Dios, en su infinita misericordia, me sacó de mi error.
No sé si has pasado por ahí o si estás pasando, pero estas palabras las escribo con el deseo de que el Señor las use para despertar en quien las lea un deseo mayor de conocer BIEN Su Palabra. Escribo la palabra bien en mayúsculas porque de eso se trata, de aprender a leer bien nuestras Biblias, de lo contrario, podemos caer en cualquiera de estos errores que ya conté, o en otros. De hecho, si no la conocemos bien podemos terminar con una idea acerca de Dios que no es real, y eso no solo es dañino, sino peligroso. Lamentablemente, creo que sucede mucho en nuestra generación. Tenemos un alto grado de analfabetismo bíblico, incluso luego de pasar años en la iglesia; cristianos que queremos acercarnos a la Biblia con mentalidad de comida rápida, sin estudiarla.
Tenemos un alto grado de analfabetismo bíblico, incluso luego de pasar años en la iglesia; cristianos que queremos acercarnos a la Biblia con mentalidad de comida rápida, sin estudiarla.
Sin embargo, antes de hablar de metodología, me gustaría que partiéramos de una verdad: la Biblia es el libro de Dios, y no se trata de nosotros sino de Él. Con esa premisa debemos ir a las páginas de la Escritura. La Biblia es la revelación de Dios, es decir, donde Él se ha dado a conocer. Además, las Escrituras, bajo la intervención de Dios, nos «pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (1 Timoteo 3:15). La Biblia cuenta una historia, desde Génesis hasta Apocalipsis, y es la historia de la redención, es decir, el plan de rescate de Dios para pecadores que no pueden salvarse a sí mismos.
Ahora que tenemos sentada esa base, ¿cuál es entonces el mejor método de estudio de la Biblia? Esta pregunta no tiene una respuesta única. Existen diversos métodos que han probado ser buenos y útiles. Lo que comparto contigo a continuación son algunas pautas que ayudan al estudio diligente de un pasaje.
1. Ora antes de comenzar para que el Señor prepare tu mente y corazón, solo con su ayuda podemos ver las verdades que se albergan en este precioso libro. (Salmos 119:18)
2. Lee varias veces el pasaje que vas a estudiar. De ser posible, lee todo el libro donde se encuentra, al menos una vez, para que tengas idea clara del tema del libro, lo que allí sucede, etc.
3. ¿Qué puedo aprender del contexto? Los pasajes bíblicos no se escribieron de forma aislada. Es decir, cada texto está relacionado con otro. Por tanto, tampoco se supone que los leamos de manera aislada. Eso es el contexto, lo que rodea a una palabra o, en este caso, a un pasaje. En este paso busco aprender también cuál es el género del pasaje (narrativa, carta, poesía, literatura sapiencial o apocalíptica). Además, busco datos del contexto histórico: autor, audiencia original, datos culturales, políticos, religiosos. En este paso pudiera requerirse el uso de herramientas como Biblias de estudio, diccionarios, comentarios, referencias cruzadas, etc.
4. Una vez que lo has leído, varias veces, ¿qué dice? ¿Encontraste palabras repetidas? ¿Palabras que te llamaron la atención?
5. Luego, paso a preguntarme qué aprendo en el pasaje acerca de Dios. ¿Qué me dice sobre la naturaleza de Dios, quién es, su carácter, sus atributos? ¿Qué dice el pasaje acerca del ser humano? Con esto buscamos lo que el pasaje revela acerca del pecado y nuestra necesidad del Evangelio.
6. ¿Qué significó este pasaje para su audiencia original? Esta pregunta es clave ya que un texto de las Escrituras nunca puede significar lo que nunca significó, es decir, lo que significó para sus primeros lectores, es lo mismo que significa para nosotros hoy. ¡Atención! No estamos hablando de aplicación sino de significado. Puedo preguntarme algunas cosas: ¿de qué quiere convencernos el autor? ¿Por qué habrá incluido el autor este pasaje en su libro? ¿Podrías resumir en una oración de qué trata el pasaje, es decir, su punto principal? ¿Ves relación de este pasaje con la obra redentora de Cristo?
7. El último paso es la aplicación. ¡Y es importante que sea el último! Es muy común leer un pasaje de la Escritura y querer correr a aplicarlo. El peligro aquí está en arribar a conclusiones erróneas en cuanto a la aplicación. Algunas preguntas que nos ayudan en este punto son: ¿Qué demanda este pasaje de mí? ¿El pasaje me llama a hacer un cambio en mi vida? ¿Enseña algo sobre mi relación con los demás, con mi iglesia? ¿El pasaje me provoca a adorar a Dios? ¿Encontré aliento en las palabras del texto?
Como dijimos antes, podemos citar muchos métodos; lo que aquí has leído son solo algunas pautas que pueden ayudarte a llegar a la interpretación o estudio fiel de un texto bíblico. Si nunca has estudiado la Biblia de esta manera, te sugerimos comenzar por un libro corto, como Santiago o Efesios. Al principio puede resultar un tanto abrumador, pero poco a poco se irá convirtiendo en hábito.
Tal vez, como me pasó también en un tiempo, te cuesta mucho ser constante en tu lectura y estudio de la Palabra. Pídele al Señor que ponga ese deseo en tu corazón. Esa es una oración que Dios contesta con un rotundo sí porque Él nos ha dado su Palabra para que le conozcamos, y quiere que la conozcamos bien. Las palabras de Pablo a Timoteo son muy oportunas: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15).
(Este artículo lo escribí originalmente para Soldados de Jesucristo.)
Oro que lo que has leído haya sido de bendición para tu vida. Si es así, ¡te animo a compartirlo!
Gracias,
Wendy
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