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  • Foto del escritorWendy Bello

¿Amigos?

Cuando pensamos en el matrimonio, pensamos en muchas cosas, pero tal vez la amistad no sea una de ellas. La verdad es que no siempre pensé que mi esposo llevaría ese título: mejor amigo.

Al comienzo de nuestra relación yo pensaba de esta manera: esposo es esposo, amigos son amigos. Por alguna razón en mi mente ambas categorías estaban separadas. Veía los dos roles como algo diferente y excluyentes uno del otro. Recuerdo que en algunas de nuestras conversaciones yo le decía que aunque nuestra relación era muy importante para mí, yo necesitaba espacio para mis amistades y que ese espacio era muy especial y no se podía invadir. ¡Qué equivocada estaba!


Ahora miro atrás y me da risa. Y le doy gracias a Dios porque mi esposo fue, y es, súper paciente conmigo y no prestó mucha atención a aquellos conceptos erróneos de su joven esposa.


Verás, es cierto que cada cosa tiene su lugar y que, como decía mi abuela, el corazón es como un chicle, se estira y hay espacio para todos. Sin embargo, cuando de amistad se trata, nuestro esposo debe encabezar la lista.


La Biblia nos enseña el valor de la amistad. ¡La amistad fue idea de Dios! Dios llamó a Abraham su amigo (Santiago 2:23), Jesús nos llama amigos (Juan 15:15), hubo una hermosa amistad entre David y Jonatán (1 Samuel 18:1), entre Jesús y Lázaro (Juan 11:3, 11).


Un amigo es alguien en quien confiamos, alguien con quien podemos llorar o reír sin pena alguna. Amigo es alguien a quien podemos contar nuestras dudas, temores, triunfos y fracasos. Amigo es aquel que cuando nos equivoquemos nos lo dirá, no con el fin de herirnos sino de ayudarnos a crecer a la imagen de Cristo. De un amigo esperamos lealtad y sinceridad, nos sentimos seguras para ser vulnerables. ¿Estás de acuerdo? Entonces, al unir unimos nuestra vida a la de nuestro cónyuge, así debe ser la relación.


La amistad es inherente al amor.

Cuando los años pasen y las etapas en el matrimonio vayan cambiando, la amistad permanece. Cuando ya las fuerzas falten, cuando quizá el calor físico se esté yendo y la pasión no pueda ser la misma, la amistad entre los dos nos ayudará a reír, disfrutar la compañía mutua y mantenernos unidos. La amistad es inherente al amor.


Me gustaría exhortarte hoy a que cultives la amistad con tu esposo. Las tantas responsabilidades, los hijos, el trabajo, incluso la iglesia y el servicio a Dios, demandan tiempo y atención. De modo que dedicar tiempo al crecimiento de nuestro matrimonio requiere intencionalidad y prioridad.


Busquen oportunidades diarias para conversar. Los buenos amigos se interesan por la vida del otro. Dedica tiempo a escuchar a tu esposo. Haz preguntas que vayan más allá de «¿cómo te fue en el trabajo?»


Compartan experiencias. Eso es parte de una buena amistad. ¿Qué cosas les gusta hacer juntos? Algunos disfrutan un deporte, otros el cine, quizá un juego de mesa, la cocina, etc. Sea lo que sea, creen oportunidades para compartir momentos juntos.


Por último, algo que no puede faltar: ora por tu esposo. Los buenos amigos oran unos por otros. Pregúntale cómo puedes hacerlo, qué inquieta su corazón. Y comparte tus peticiones con él.


Dios, que diseñó nuestra vida, le da gran valor a la amistad, como ya vimos. Sí, tengo amigos a quienes quiero mucho, pero no hay dudas, de este lado de la eternidad el título de mejor amigo lo tiene y tendrá por siempre mi esposo.


¿Quieres un buen matrimonio? Cultiva la amistad, cuídala y priorízala.

La realidad es que antes del matrimonio vino el noviazgo y, antes del noviazgo, la amistad. Así debe seguir para siempre. ¿Quieres un buen matrimonio? Cultiva la amistad, cuídala y priorízala.


Y, si eres una joven soltera que está leyendo este artículo, es algo para aprender y recordar si comienzas una relación y llegas al matrimonio.


Bendiciones,


Wendy


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