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  • Writer's pictureWendy Bello

Cómo ser una buena amiga

Tal vez has escuchado esta frase antes: «La familia es la que te toca, los amigos los escoges tú». Muy cierto, ¿verdad? Para mí los amigos son un tesoro especial, sobre todo porque no tengo hermanos biológicos. Agradezco a Dios por los muchos amigos que ha traído a mi vida en las diferentes etapas. También he conocido casos de «llaneros solitarios», gente que va por la vida pensando que no necesita tener amigos, ¡qué triste y qué gran engaño!



La verdad es que la amistad fue idea de Dios. Él nos creó para vivir en comunidad, en relación con Él y con los demás. En el Edén nos encontramos a Dios en relación perfecta con el hombre que había creado. Más adelante lo vemos llamando a Abraham su amigo (Isaías 41:8). Y Jesús llamó a sus discípulos amigos (Juan 15:15).


La Biblia nos habla de amistades hermosas, como la de David y Jonatán. Nos enseña la amistad en el ministerio a través de Pablo y su relación con Aquila y Priscila, con Timoteo, con Filemón y muchos otros. Y la Biblia también tiene mucho que decirnos acerca de la amistad. De eso quiero hablarte hoy porque nuestro mundo caído nos presenta una idea torcida de la amistad. El pecado ha dañado la manera en que somos amigos. ¡Pero en Cristo eso puede ser diferente!


Así que quiero presentarte algunas características de cómo son los amigos verdaderos a la luz de la Biblia. Todas son extraídas del libro de Proverbios. La idea no es tanto que pensemos en si nuestros amigos son así, sino más bien que lo veamos como un espejo y nos preguntemos: ¿somos esa clase de amigas? ¿Hay algo en nuestro corazón que necesita ser cambiado?


Sé la clase de amiga que quisieras tener. «El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo» (Prov. 18:24, RVR1960). Si queremos ser buenas amigas, tenemos que comportarnos como tal. ¿Qué quiere decir? Tratar a nuestras amigas como queremos ser tratadas. Recordar que son tan humanas y pecadoras como yo, y por tanto, no son perfectas. ¡Pero puedo amarlas como Cristo me ama a mí!


Tratar a nuestras amigas como queremos ser tratadas. Recordar que son tan humanas y pecadoras como yo, y por tanto, no son perfectas.

No seas partícipe de los chismes. Proverbios 16:28 dice: «… el chismoso separa a los mejores amigos». Esto lo he experimentado en carne propia, y aprendí la lección. Cuando tenemos problemas con una amiga, no corras a contárselo a otra. Seamos valientes y sinceras. El mismo Jesús nos dio el modelo: los problemas se tratan primero de tú a tú. Es más fácil «ventilar» con otros, pero el daño es grande. Comienza por contárselo a Dios y pídele sabiduría para conversar con tu amiga y expresarle en amor lo que está sucediendo.


Perdona y pide perdón. «El que perdona la ofensa cultiva el amor;» (Proverbios 17:9, NVI). No hay relación de amistad que perdure si no la cubrimos de perdón, ya que el pecado en nuestro corazón hace que en algún momento digamos algo fuera de lugar, que nos pongamos celosas, que respondamos con brusquedad, etc. Quizá simplemente olvidamos una fecha importante. De la misma manera, en algún momento alguien dirá algo fuera de lugar, se olvidará de nuestro cumpleaños u otra fecha significativa, o actuará con celos. Necesitamos pedir perdón y ofrecerlo. Eso es clave para preservar toda buena relación. Y, sobre todo, eso es lo que Dios hace con nosotras y lo que nos manda a hacer con los demás.


Necesitamos pedir perdón y ofrecerlo... eso es lo que Dios hace con nosotras y lo que nos manda a hacer con los demás.

Escucha los consejos. En Proverbios 27:9 leemos: «… El ungüento y el perfume alegran el corazón, y dulce para su amigo es el consejo del hombre». Una amiga verdadera, que también ame a Dios, debe hablarte con la verdad, aunque duela. Te dará buenos consejos. Quizá no siempre sean lo que quisieras escuchar, pero presta atención. Sus consejos serán dichos por amor y obediencia a Dios. Ella te apuntará a Cristo y a la Palabra. No te ofendas. Escucha y sé sabia. Y cuando te corresponda, sé tú quien brinde consejos, de la misma manera. Eso sí, cuando lo hagamos, que nuestros consejos sean dulces, es decir, una verdad expresada con amor, como nos enseña la Escritura en Efesios 4:15.


Dedica tiempo a tus amigas. «El hierro con hierro se afila, y un hombre aguza a otro» (27:17). Necesitamos de nuestras amigas. El trato con ellas nos hace mejores; nos ayuda a crecer, a enmendar los errores, a ver nuestro pecado, a mirar las cosas desde otro ángulo. Pero eso solo ocurre cuando dedicamos tiempo a la amistad. En esta época de tanta tecnología tenemos amigos «virtuales» del otro lado del mundo. Sin embargo, la amistad cara a cara sigue siendo necesaria y vital. Es imposible tener a nivel virtual el mismo tipo de relación que experimentamos cuando existe el roce y la interacción en persona. Así que, para tener buenas amigas y ser buenas amigas, se requiere intencionalidad.


Podríamos decir mucho más y, de hecho, en Una mujer sabia dedicamos todo un capítulo a este tema, pero creo que esto puedo servirnos como punto de partida. Comencemos hoy mismo, orando por nuestras amigas y para que el Señor nos enseñe a ser amigas reales, como Él.


Bendiciones,


Wendy


(Parte de este artículo fue tomada del libro "Una mujer sabia: Principios para vivir como Dios lo diseñó", disponible aquí. ¿Fuera de Estados Unidos? Encuentra tu distribuidor aquí.)


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