top of page
Search
  • Writer's pictureWendy Bello

De gratitud y perdón

Los seres humanos tenemos un problema de memoria. Nuestro corazón olvidadizo una y otra vez entierra en el pasado las bondades de Dios y tiende a enfocarnos en las carencias y deseos no cumplidos del presente.


Tal vez fue por esa razón que David, inspirado por el Espíritu Santo, escribió el salmo 103, porque necesitaba recordarse a sí mismo que nuestro Dios es bueno, que no cambia, que es eterno, que es amor y misericordia.



Hace unos años entendí que necesitaba repetir sus palabras a mi mente y mi corazón cada día. Por meses una y otra vez regresaba al versículo dos: «Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios». A veces el dolor de una circunstancia difícil, una pérdida, una carencia, un deseo que por años permanece no cumplido nos puede hacer olvidar quién es Dios. Ese es el problema de memoria del que hablo y con el que batallaba en ese momento.


La exhortación sigue en pie para nosotros hoy, y debemos buscar que se convierta en una práctica cotidiana, ¡recordar los beneficios, las bondades del Señor! Es eso justamente lo que el autor comienza a hacer a partir del versículo 3 del salmo 103, enumerar los beneficios, las diferentes formas en que ha experimentado la bondad de Dios.


A veces el dolor de una circunstancia difícil, una pérdida, una carencia, un deseo que por años permanece no cumplido nos puede hacer olvidar quién es Dios.

Dice el diccionario de la Real Academia que bondad es la «cualidad de bueno» y también que es la «inclinación a hacer el bien». La Biblia, en reiteradas ocasiones, afirma que Dios es bueno. La bondad de Dios es uno de Sus atributos.


Cuando decimos que Dios es bueno estamos afirmando que Él es bueno en sí mismo, que no hay nada malo en Él, que todo lo que hace, también es bueno siempre. Y en este salmo 103 David, el autor inspirado, nos presenta una lista de bondades de Dios. Nos dice, por ejemplo, que nuestro Dios es perdonador: Él es el que perdona todas tus iniquidades (v.3).


El verbo que en este pasaje se tradujo al español como «perdona» quiere decir absolver. En el Antiguo Testamento esta palabra solo se utiliza para referirse al perdón que Dios ofrece. Esto es importante porque absolver implica la idea de que la persona queda libre de toda responsabilidad. Cuando Dios perdona, eso es lo que sucede, quedamos libres de toda responsabilidad, de toda culpa, y no tenemos que hacer nada para ganarnos su perdón. El perdón de Dios abarca todos nuestros pecados, no es que perdone algunas cosas y otras no porque Dios no pone el pecado en categorías para luego decidir si perdona o no. “Yo, Yo soy el que borro tus transgresiones por amor a Mí mismo, Y no recordaré tus pecados (Is 43:25). Nuestro Dios es bueno porque es un Dios perdonador.


¿Has pensado alguna vez en cuán grande e inmerecido es el perdón de Dios? ¡No es de extrañar que esta fuera la primera razón por la que el salmista expresa su alabanza a Dios! No podemos darlo por sentado ni tomarlo a la ligera. El perdón de Dios tuvo un precio, la sangre de Cristo, y es por esa razón que debemos recordarlo, a diario. La realidad es que cada día lo necesitamos, porque cada día pecamos, incluso sin estar conscientes de ello.


¿Crees que has hecho algo que Dios no puede perdonarte?


Tal vez algo de tu pasado sigue viniendo a tu mente, o algo que pasó ayer. En Dios encontramos el perdón que nos libera de toda culpa. Mira lo que dice la Biblia: «De Él dan testimonio todos los profetas, de que por Su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados» (Hechos 10:43).

Nuestro Dios es bueno porque es un Dios perdonador.

Ahora bien, si hay algún pecado que todavía no has confesado al Señor y sientes el peso de la culpa en tu corazón, la Palabra es clara en cuanto al curso a seguir: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1 Jn 1:9). En el salmo 51 encontramos un modelo de oración de confesión.


Ser recipientes de la bondad de Dios, expresada en Su perdón, debe poner en nosotros alabanza, como leemos en el salmo 103:3. Te invito a hacer una pausa y meditar en estas verdades. Quizá incluso puedas tomar un tiempo para escribir hoy mismo una oración de alabanza y gratitud a Dios por Su perdón.


Y ya que estamos en noviembre, un mes en que tanto se habla de la gratitud, me encantaría invitarte a leer Digno y así estudiar todo el salmo 103. Conocer mejor quién es Dios, en Su Palabra, sin duda nos lleva a confiar, a descansar, a amarle, a entender que solo Él es digno de alabanza y adoración, ¡y darle gracias!


Para conocer más sobre el libro, descargar una muestra gratuita y adquirir tu copia, haz clic aquí. El libro incluye videos que pueden ayudar al estudio. ¡Incluso puedes hacerlo con un grupo de amigas!


Por cierto, si ya lo leíste, ¡nos encantaría conocer tu opinión! Puedes dejar tu comentario en Amazon o en Christian Book.


Muchas gracias por leer y compartir,


Wendy


(El contenido de este artículo fue adaptado del libro "Digno", bajo derechos de autor)




bottom of page