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  • Writer's pictureWendy Bello

La gratitud y nuestro corazón

Hace muchos años Dios hizo algo en mi vida que me gusta llamar una revolución de gratitud. Verás, nunca me resultó difícil mostrar gratitud en el sentido social. Mis padres y abuelos me enseñaron a dar las gracias de forma educada y respetuosa. Sin embargo, a medida que crecí, no vivía con un corazón agradecido. ¡Y esa es la gran diferencia! Podemos dar gracias a la gente pero aun así vivir con un corazón ingrato.



El Señor enfrentó mi pecado de ingratitud y eso me llevó a estudiar lo que dice la Biblia sobre la gratitud. Pude ver en las Escrituras cuán en serio Dios toma nuestra falta de gratitud. Recordemos, por ejemplo, al pueblo de Israel mientras estaba en el desierto y cómo Diso trató con su ingratitud al punto de enviar serpientes venenosas que causaron la muerte de muchos. Leer ese pasaje me hizo ver cuán fácil me resultaba fijar la vista en aquellas cosas que no tenía y creía necesitar, y cómo eso me llevaba a la comparación y la queja. ¡Mi corazón era tan parecido al de los israelitas de la Biblia!


La ingratitud es el resultado de olvidar que todo lo que tenemos es sólo por la gracia de Dios.

Nuestra falta de gratitud es pecado porque ignoramos la bondad de Dios y dudamos de su plan perfecto y soberano. Si realmente creemos en la soberanía de Dios, entonces debemos entender que lo que tenemos, o no tenemos, está bajo su control. Cuando en lugar de ser agradecidos vivimos en la queja estamos diciéndole a Dios “no estoy contento con la vida que me has dado”. ¿Sabes cuál es la raíz de ese pecado? El orgullo, creer que merecemos algo cuando lo único que realmente merecemos es la condenación eterna. Sin embargo, aquí estamos, por la gracia y la misericordia de Dios.


En aquel tiempo, mientras estudiaba el tema de la gratitud, encontré Salmo 50:23: «El que me ofrece su gratitud, me honra» (NVI). ¡Para mí como una revelación! Mis quejas y falta de gratitud eran una deshonra para el Señor.

La gratitud no cambia nuestras circunstancias pero sí el estado de nuestro corazón.

El texto dice que dar gracias a Dios es honrarlo, es una manera de glorificarlo al reconocer lo que ha hecho. Cuando nos damos cuenta de cuán misericordioso ha sido el Señor con nosotros, de la magnitud de nuestra salvación, dar gracias debe ser la respuesta natural del corazón. No podemos decir que amamos a Dios y, al mismo tiempo, no vivir con gratitud. Ambas cosas van de la mano. ¡Cómo agradezco al Señor por confrontarme y mostrarme la verdad en Su Palabra!


Lo cierto es que para el creyente, ser agradecido no es una cuestión de elección personal, es una cuestión de obediencia. En 1 Tesalonicenses 5:18 Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, escribió: Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús". Es la voluntad de Dios que vivamos con gratitud. Al hacerlo, lo honramos.


La gratitud no es circunstancial, está por encima de estas. La gratitud no cambia nuestras circunstancias pero sí el estado de nuestro corazón. ¿Qué implica la gratitud a Dios? Bueno, implica una actitud de humildad, de reconocimiento de que nuestro Dios es bueno y nada de lo que tenemos merecemos. Es por pura gracia y misericordia. Gratitud es mucho más que «hacer limonada cuando la vida nos da limones», gratitud es reconocer la soberanía de Dios, confiar en su provisión, recordar su fidelidad. La gratitud es un recordatorio de que Dios es bueno. Cuando doy gracias a Dios estoy

recordando todo lo que ya ha hecho y lo que hará. La gratitud es un reconocimiento de que Él es

fiel.


Al igual que con muchas otras cosas, no nos convertimos en personas agradecidas de la noche a la mañana. Necesitamos comenzar reconociendo la condición de nuestro corazón ingrato y pecaminoso y confesarlo al Señor. Entonces también podemos orar y pedirle que cree en nosotros un corazón agradecido y que nos enseñe cómo cultivar la gratitud en nuestra vida diaria. Cuando comenzó en mi vida esta revolución de la gratitud de la que hablé al principio, comencé a llevar un diario de gratitud. Eso me ayudó mucho a ser intencional para aprender a vivir con un corazón agradecido.


Gratitud es mucho más que «hacer limonada cuando la vida nos da limones», gratitud es reconocer la soberanía de Dios, confiar en su provisión, recordar su fidelidad.

Ojalá pudiera decirles que la lucha ha terminado, pero no es así. Algunos días todavía siento que me invade una falta de gratitud y luego necesito regresar y recordarle a mi corazón la bondad del Señor. Confesar mi pecado. ¡Él ha sido tan misericordioso, paciente y fiel! Lo cierto ves que puedo elegir la gratitud y así honrarle, como leemos en el Salmo 53.


Los seres humanos tenemos un problema de memoria. Nuestro corazón olvidadizo una y otra vez entierra en el pasado las bondades de Dios y tiende a enfocarnos en las carencias y deseos no cumplidos del presente. Creo que por esa razón el rey David al escribir el salmo 103 comenzó diciéndose a sí mismo: «No olvides ninguno de los beneficios de Dios».


La exhortación del salmo 103 sigue en pie para nosotros hoy. Debemos buscar que se convierta en una práctica cotidiana, ¡recordar los beneficios, las bondades del Señor! Y podemos comenzar por dar gracias a Dios por quién es: bueno, misericordioso, perdonador, fiel, dador de gracia, proveedor, Salvador, Redentor, poderoso, eterno, inmutable, Santo, compasivo... ¡Él es digno de toda gratitud!


¿Cuál es hoy tu motivo de gratitud al Señor?


Gracias por leer y compartir,


Wendy


Parte del contenido de este artículo fue adaptado de Digno.

 

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