Enero es el clásico mes de las metas, los nuevos proyectos, los propósitos. Y, según las estadísticas, también es el mes de abandonar las metas o nuevos propósitos. Dicen que a la tercera semana, todo queda en el olvido. Si bien puede que no ocurra en todos los casos, creo que es común en una buena parte. Las razones son varias, pero ese no es el tema de este artículo. Hoy quiero hablarte un poco de lo que hago al comenzar un año nuevo y por qué.
Si hace tiempo que sigues este blog es muy probable que me hayas escuchado hablar de "la palabra del año". Esa fue la práctica que adopté hace años, para ser precisa, en 2012. Leí un artículo en un blog y me resultó interesante. Una amiga también lo había adoptado. Así que me animé a hacerlo. Cada enero o a finales de diciembre comenzaba a pensar en lo que había vivido, lo que quería ver diferente en mi caminar por este lado del sol y me ponía a orar y pedirle al Señor que me ayudara a encontrar cierto "enfoque" para los próximos 365 días. Así que en 2012 la palabra fue visión; en 2013, enfoque. Luego comencé a escoger también un pasaje bíblico que estuviera relacionado con esa palabra. Por ejemplo, en 2014 fue rendir y me enfoqué en Gálatas 2:20. En 2016 escogí prioridad, con Mateo 6:33 en mente. Y en 2019, la palabra fue "recuerda", pensando en Salmos 103:2. Por cierto, ¡de ahí vino la idea de escribir Digno!
Te confieso que el Señor, en Su gracia y misericordia, me ha llevado por un proceso de madurar en el entendimiento de quién es Él desde aquella primera vez que escogí la Palabra del año. Puedes conocer más sobre esta parte de mi vida en Un corazón nuevo. La manera en que leía la Biblia o veía a Dios era muy diferente.
Por una razón u otra, ni en 2020, 2021 0 2022 escogí una palabra o versículo para el año. Sin embargo, al llegar a 2023 he decidido retomarlo porque quiero recordarme a mí misma ciertas verdades de la Palabra y vivir con ese enfoque; es demasiado fácil que perdamos de vista lo verdaderamente importante.
Entonces, mi palabra para 2023 es ETERNIDAD. Estaba leyendo mi Biblia hace unos días y la idea venía una y otra vez. Lo cierto es que este mundo vive con los ojos en lo temporal, en lo inmediato. La cultura de comida rápida, las compras a la distancia de un clic, la mensajería instantánea y las interacciones virtuales nos impulsan a creer que lo único que importa es el aquí y el ahora. Nuestros corazones teñidos por el pecado anhelan la gratificación inmediata. Esperar se nos hace muy difícil. A menudo las decisiones se toman sin medir las consecuencias porque conseguir lo deseado, en el momento, es lo más importante. Lamentablemente, quienes estamos en Cristo no somos inmunes a esta mentalidad y, sin darnos cuenta, nos sumamos a la cultura del aquí y ahora. Solemos olvidar que debajo del sol estamos de paso y que nuestra trayectoria es hacia la eternidad.
Escogí también eternidad porque, por lógica, deben quedarme menos años en este planeta que los que ya viví. ¡A menos que el Señor me conceda una vida súper larga! Y cada vez se hace más patente que los días pasados no vuelven, que nuestro tiempo es limitado y la cuenta, regresiva. No importa cuánto ejercicio haga, cuán buena sea mi dieta o qué tanto maquillaje pueda usar, la juventud es efímera y la vejez es un hecho que tarde o temprano tenemos que enfrentar.
Antes de que pienses que este es un artículo deprimente, dame un minuto más. Piensa en esa palabra: eternidad. Eternidad es lo que Dios puso en nuestros corazones, como leemos en Eclesiastés: "Él ha hecho todo apropiado a su tiempo. También ha puesto la eternidad en sus corazones, sin embargo el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin" (3:11).
Y es por eso que anhelamos que la vida se detenga, que los años no pasen, que la juventud perdure, que nuestros ojos no pierdan el brillo y nuestro cuerpo su agilidad. Fuimos creados para la eternidad, para una eternidad perfecta junto a nuestro Creador. El pecado trastornó todo y, fuera de Cristo, lo que nos aguardaría es la muerte eterna. ¡Bendito Dios que nos dio al Salvador! Sabemos, porque la Biblia lo dice, que estaremos para siempre con Él, en la eternidad. Sin embargo, ¿vivimos con esa perspectiva? Eso es lo que me llevó a escoger la palabra para el 2023. ¿Estoy viviendo con la eternidad en mente?
Tengo la intención de vivir este año regresando a esa pregunta una y otra vez. Al usar mi tiempo, ¿lo haré considerando la eternidad? Cuando tome una decisión, ¿qué impacto tendrá en la eternidad? Mis palabras, ¿qué valor pudieran tener pensando en lo eterno? Los conflictos o diferencias, ¿vale la pena tenerlos, a la luz de la eternidad? Los recursos que el Señor me ha dado, ¿los usaré con la eternidad en mente o solo para gratificar mis deseos del ahora? Ese asunto que tanto me preocupa, ¿qué repercusión tendrá en la eternidad?
Vivir con perspectiva de eternidad es, al mismo tiempo, un recordatorio de que nuestra vida es limitada y que Dios es soberano sobre cada día, circunstancia, situación. Para el creyente, vivir con la eternidad en mente es recordar que recordar que lo vemos es pasajero, que nuestra mirada debe fijarse en lo que los ojos no pueden ver, lo eterno. Eso fue lo que escribió Pablo a los corintios, y que será mi texto lema –por decirlo de alguna manera– en 2023:
"Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Corintios 4:16-18).
Sé que por momentos olvidaré la eternidad, porque el aquí y el ahora están muy presentes y a veces me nublan la vista. Sé que tal vez no todo lo que piense, decida, hable, planifique, etc., lo haré bajo la perspectiva de la eternidad. No porque no quiera, necesariamente, sino porque todavía estoy en proceso de transformación, el Señor sigue moldeando a Cristo en mí y estoy muy lejos del producto final. Pero descanso en la perfección de mi Salvador, del Señor Jesús que vivió, murió y resucitó para llevarme consigo a la eternidad.
Tal vez tengas metas y propósitos para 2023. Yo también tengo algunos. ¿Qué tal si los evaluamos a la luz de la eternidad? Te invito a acompañarme en esta trayectoria. Hay otros pasajes de la Escritura que nos hablan del tema y que iré estudiando a lo largo de estos meses. Quizá comparta algunas de esas reflexiones aquí. De momento, te animo a meditar en el de Corintios que ya cité y a recordar que no importa si tienes 20 años o 60, si estás comenzando a caminar con Cristo o si llevas mucho tiempo, ¡pongamos la mirada y el corazón en la eternidad que nos aguarda junto al Salvador y vivamos con esa perspectiva debajo del sol!
En Su gracia y para Su gloria,
Wendy
P. D. Gracias por leer y compartir.
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