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  • Writer's pictureWendy Bello

Prudencia: ¿una virtud perdida?

Ser prudente es ser sensato, tener sentido común. En Tito 2 Pablo instruye a las mujeres mayores que enseñen a las más jóvenes a ser prudentes. Es la misma palabra que usa en los requisitos para obispos y ancianos, capítulos 1:8 y 2:2 de la misma carta.



Esa palabra prudente, en griego “sófron”, es la combinación de dos palabras, una que significa «sano» y otra que significa «mente». Y también se refiere a autocontrol. Se relaciona con una término del griego moderno que significa frenos.


...a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:5).

Así que se nos llama a tener, a cultivar y luego enseñar a otras mujeres a vivir con prudencia, con dominio propio o autocontrol.


Cuando pensamos en prudencia, esto es lo que un comentarista bíblico dijo: «Sugiere el ejercicio de ese autocontrol que gobierna todas las pasiones y deseos, permitiendo que el creyente sea conformado a la mente de Cristo».


Una mujer que aprende a vivir con una mente así, poco a poco va conformándose más a la mente de Cristo. Vamos a decirlo de otra manera: una mujer prudente es lo contrario de una mujer impulsiva. ¡Cuántas veces actuamos por impulsos!, ¿verdad? Decimos cosas que no debimos decir, comemos más de lo que debimos comer, compramos más de lo que debíamos, etc. Nuestra naturaleza caída nos lleva actuar de es manera.


Ser una mujer prudente requiere una mente renovada, una mente transformada. ¿Qué nos dice el mismo Pablo en Romanos 12:2? «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta». Y el medio que renueva nuestra mente es la Palabra de Dios. Una mujer prudente es una mujer que pasa tiempo en la Palabra de Dios, y la Palabra comienza a moldear y transformar sus pensamientos y su actuar.


Jesús habló de un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca, está en Mateo 7: «Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca» (v. 24). Prudencia por escuchar sus palabras… ¡tenemos que escuchar la Palabra, estudiar la Palabra, conocerla y guardarla en nuestro corazón si queremos la prudencia!

Una mujer prudente es una mujer que pasa tiempo en la Palabra de Dios, y la Palabra comienza a moldear y transformar sus pensamientos y su actuar.

Agradezco mucho a Dios el caudal de sabiduría que nos dejó en Proverbios. Mira algunas de las cosas que caracterizan a una persona prudente:

  • La meta del prudente es la sabiduría; el necio divaga contemplando vanos horizontes. (17:24)

  • El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. (22.3)

  • El necio muestra en seguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto. (12:16)

  • En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, mas el que refrena sus labios es prudente. (10:9)

No siempre he sido una mujer prudente, y me imagino que tú tampoco. ¡Pero no es algo que tengamos que conseguir solo por nuestra cuenta! El Espíritu produce ese fruto en nosotras: «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley» (énfasis de la autora).


A medida que mi vida se someta más a la dirección del Espíritu, más prudente seré. ¡Y tenemos la gracia de Dios! Porque nunca seremos perfectas de este lado de la eternidad, ¡y Dios no lo espera de nosotras! Cristo es el perfecto. Ahora bien, mira lo que dice el mismo capítulo 2 más adelante: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente». ¡Es por la gracia de Dios que podemos negar nuestros deseos impulsivos y vivir con prudencia o sobriedad!


Tal vez la prudencia esté perdida en nuestro mundo, pero es posible en la vida del creyente. Oro que el Señor ponga en mi corazón, y en el tuyo, en el anhelo de esta virtud y así nos haga más como Cristo.


Si este artículo fue de bendición para tu vida, y crees que pudiera efidicar a alguien más, te invito a compartirlo.


Bendiciones,


Wendy

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