Tal vez te has hecho esta pregunta antes. Hoy quiero compartir contigo una respuesta breve partiendo del libro de Proverbios.
Este pasaje tal vez lo conozcas de memoria: «El principio de la sabiduría es el temor del Señor» (Pr 9:10). Esa palabra «temor» no es lo que quizá estés pensando. No se trata de un miedo como el que les tenemos a las cucarachas o el que puedas sentir ante el diagnóstico de una enfermedad grave o una mala noticia que te deja paralizada, aunque sea momentáneamente, y te pone el estómago al revés. El término «temor» en el original hebreo, yirá, indica más bien respeto, reverencia.
Todo comienza por ahí. Reconozco que Él es Dios y yo. Él es el soberano, yo no. Él es quien tiene sabiduría, yo no. Ese reconocimiento me lleva a vivir de manera reverente, en busca de santidad. Dicho con pocas palabras, es vivir en obediencia. De hecho, esta es la idea que gobierna todo el libro de Proverbios. Pero, además, la Palabra nos enseña que Cristo, la sabiduría encarnada de Dios, vivió entre nosotros de esa manera:
«Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente. Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Heb 5:8-9).
Podemos obedecer a Dios porque tenemos a Cristo. Él obedeció primero por nosotros, y su obediencia fue perfecta. La nuestra no lo será nunca de este lado de la eternidad, pero lo hacemos como resultado de la justificación por fe que hemos recibido.
Dios es completa y absolutamente sabio, y Su sabiduría está en su Palabra. Entonces vivir en sabiduría es vivir en obediencia a lo que Dios dice, es decir, a Su Palabra.
«Él que dice: «Yo lo he llegado a conocer», y no guarda Sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que guarda Su palabra, en él verdaderamente se ha perfeccionado el amor de Dios. En esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo» (1 Jn 2:6).
Cuando yo conozco a Cristo, le obedezco. En la obediencia está la prueba de que en verdad le conozco. Esa obediencia implica incluso los momentos cuando Dios dice "no". Cada vez que Dios dice "no" en su Palabra, lo hace por amor. En Su infinita sabiduría Él nos está protegiendo. Él es un buen padre, y un buen padre siempre protege a sus hijos porque quiere lo mejor para ellos. Incluso si no lo entendemos ahora. Obedecer a Dios es una muestra de que confío en Él.
Pero, además, vivir en la sabiduría de Dios, obedeciéndole, aunque parezca paradójico es vivir pareciendo necias. Permíteme explicarme. Mira lo que dice 1 Cor 3:18. «Nadie se engañe a sí mismo. Si alguien de ustedes se cree sabio según este mundo, hágase necio a fin de llegar a ser sabio».
Obedecer a Dios es una muestra de que confío en Él.
Cuando nosotras buscamos vivir agradando a Dios, honrándole, dándole la gloria en todo, luciremos tontas para el mundo. Podemos parecer tontas antes este mundo cuando escogemos la honestidad y no la mentira, cuando honramos a nuestros esposos y seguimos su liderazgo en una sociedad feminista, o simplemente cuando buscamos agradar a Dios, cueste lo que cueste. Es decir, cuando vivo en el temor del Señor. Entonces, sí, pudiera parecer ante quienes nos observan que actuamos tontamente, pero lo que el mundo llama tonto, es sabiduría para Dios.
Vivir en el temor del Señor, obedeciéndole, implica que no habrá para mí ningún otro camino, que ninguna otra "sabiduría" será digna de mi obediencia. Es vivir una vida que reconoce que «el Señor da sabiduría, de Su boca vienen el conocimiento y la inteligencia» (Pr 2:6).
Parte de este artículo fue tomada del libro "Una mujer sabia". Sigue este enlace para descargar una muestra gratis, ver los videos gratuitos que acompañan al estudio y también ordenar tu copia.
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Bendiciones,
Wendy
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