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  • Writer's pictureWendy Bello

¿Qué hacer en los tiempos de espera?

No nos gusta esperar. Eso ha quedado establecido claramente en nuestra cultura de gratificación instantánea. En una u otra medida preferimos evitar la espera. Sin embargo, la Biblia nos presenta la espera bajo un lente muy diferente. Ven conmigo al libro de los Salmos, específicamente al 27, versculo 14.


«Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón.
Sí, espera al Señor.»

Este es un salmo escrito por David, y lo podemos clasificar dentro de los llamados «salmos de confianza». Si puedes leerlo completo, mucho mejor, porque así entiendes el contexto. Aunque no tenemos una indicación del tiempo exacto en que fue escrito, todo parece indicar que fue en un tiempo de espera, un tiempo en el que David esperaba que Dios actuara.


En su vida este hombre tuvo muchas oportunidades para aprender a esperar en Dios. Por ejemplo, desde que Samuel lo ungió como rey de Israel hasta que llegó oficialmente al trono pasaron años. No días, no meses, ¡años! Aproximadamente 15 años. ¿Y qué sucedió en el intervalo? David tuvo que seguir lidiando con hermanos que lo menospreciaban, pastoreando ovejas en campos solitarios, huir como fugitivo víctima de los celos de Saúl y muchas otras experiencias.

Me pregunto cuántas veces batalló con el desánimo. Sí, porque David fue tan humano como tú y como yo, y nuestros corazones son propensos a desesperar… y a olvidar también. Por eso creo que fue justo en uno de esos momentos cuando escribió las palabras que hoy leemos en este salmo y donde encontré las dos piedras preciosas que quiero compartir contigo. ¡Veamos!


El versículo que mencionamos al principio contiene cuatro verbos imperativos, es decir, una orden. Y, vale señalar que David estaba hablando esto a su propio corazón, recordándose a sí mismo quién es Dios: luz, salvación, fortaleza. Uno de esos verbos se repite dos veces: espera; los otros dos son, esfuérzate y aliéntese. ¿Por qué repetimos cuando hablamos? Por lo general es porque queremos que quede claro lo que estamos expresando, queremos que la otra persona lo recuerde o que podamos nosotros mismos memorizarlo. De modo que él se dice a sí mismo, dos veces: ¡Espera! Pero no es un mandato a simplemente esperar; no, el pasaje dice «espera al Señor». En la vida cristiana no esperamos a que «el tiempo todo lo resuelva», ni a que «las cosas caigan por su propio peso». Tampoco esperamos a que el «destino lo arregle». La Escritura nos enseña que Dios es Señor y, por tanto, esperamos en Él. Esperamos en su soberanía, en su sabiduría, en su provisión, en su cuidado, en su protección, en su tiempo.

La Escritura nos enseña que Dios es Señor y, por tanto, esperamos en Él. Esperamos en su soberanía, en su sabiduría, en su provisión, en su cuidado, en su protección, en su tiempo.

Mi querida lectora, cuando la Biblia dice «espera en Dios», es también un recordatorio de que Él está pendiente de la situación porque el Padre no se olvida de los hijos (Salmos 94:14; Hebreos 13:5). Cuando nuestra vida está en pausa, cuando las cosas no suceden, cuando la respuesta no llega, esperamos en Dios.


Ahora bien, el versículo nos da otros dos mandatos; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Parece un tanto contradictorio, ¿verdad? Por un lado, nos dice que esperemos, y por otro, que nos esforcemos. Creo que nos ayudaría ver el pasaje en otra versión. Mira cómo lo dice la Reina Valera Contemporánea:


«¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento!»


Como ya dijimos las esperas son reales de este lado del sol, y en esos tiempos, nuestro corazón es proclive a desanimarse, a perder fuerzas. Sin embargo, la Palabra de Dios nos dice, y hago una paráfrasis: inyecta a tu corazón ánimo, dale aliento.


Es posible que ahora mismo estés necesitando una dosis extra de estas dos medicinas. De hecho, creo que de una manera u otra todas nos hemos sentido así en este 2020. ¿Cómo animarnos y cobrar aliento cuando el mundo que nos rodea luce sombrío, incierto, oscuro? ¡Corramos a la Palabra de Dios! Ahí está la medicina, y en dosis abundantes. Este mismo Salmo 27 está lleno de ánimo y aliento. Mira, por ejemplo, los versículos 1 y 13:


El Señor es mi luz y mi salvación;

¿a quién temeré?

El Señor es la fortaleza de mi vida;

¿de quién tendré temor?

Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que

había de ver la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.

De eso se trata el esfuerzo. No de afanarnos tratando de buscar una respuesta o una solución que sabemos que se escapa de nuestras manos. No, es recordar lo que Dios ha dicho en su Palabra sobre sí mismo; buscar el consuelo, la esperanza, la fuerza que se esconde entre las páginas de nuestra Biblia. Demos aliento a nuestro corazón con el combustible que nunca se agota, la verdad de Dios revelada y que su Espíritu nos enseña y recuerda. Créeme que cualquier otra cosa a la que acudamos en los momentos de espera o dificultad resultará temporal o insuficiente, pero la Palabra del Señor es nuestro sustento, un refugio seguro.


Cualquier otra cosa a la que acudamos en los momentos de espera o dificultad resultará temporal o insuficiente, pero la Palabra del Señor es nuestro sustento, un refugio seguro.

Este año ha sido como un largo compás de espera. Todavía lo es en muchos sentidos. El Señor nos ha estado enseñando lecciones importantes, y sin dudas, una de ellas ha sido aprender a esperar solo en Él, y mientras esperamos, aprendamos a hacerlo con ánimo y esperanza en el corazón porque tenemos Su Palabra. Esa es la respuesta para nuestros tiempos de espera.

Bendiciones,

Wendy


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